
Por: Pablo Velasco Rivera
Aves, seres formados por pequeños órganos y aire, recubiertos de un extraño material suave y elegante, amos del viento y soberanos de las alturas, mensajeros de los dioses, representaciones de lo cotidiano forradas de arcoiris con un propósito: elevar a su amo hasta lo más azul del cielo, permitirle convertirse en algo más liviano que el oxígeno, algo aún más inalcanzable que las nubes mismas.
Los humanos las miramos desde nuestra condena terrestre, donde nuestros más profundos sueños serían crecer un par de alas y subir a la claridad de las alturas, en cambio, lo único que recibimos de nuestros amigos emplumados son aquellos vientos gastados que dejan caer a la tierra como un recordatorio donde nos invitan a seguir soñando y seguir creyendo que el cielo es el límite.